09 marzo 2006

Peso en la cabeza

Ante la realidad de que en cada uno de nosotr@s, hombres o mujeres hay un cornud@ potencial, me permito bromear con el tema. Alguien dirá que es de mal gusto, pero el primer paso para solucionar un problema es aceptarlo.

Y así aprovecho para revolver en la literatura y sacar otros pocos versos a pasear. Su autor, el gran Francisco de Quevedo:


Cuando tu madre te parió cornudo,
fue tu planeta un cuerno de la luna,
de madera de cuernos fue tu cuna,
y el castillejo, un cuerno muy agudo;

gastaste en dijes cuernos a menudo;
la leche que mamaste era cabruna;
dióte un cuerno por armas la Fortuna
y un toro en el remate de tu escudo.

Hecho un corral de cuernos te contemplo;
cuernos pisas con pies de cornería;
a la mañana un cuerno te saluda.

Los cornudos en ti tienen un templo.
Pues, cornudo de ti, ¿dónde caminas
siguiéndote una estrella tan cornuda?

Francisco de Quevedo

Y es que podía tener muy mala baba este hombre:


Cornudo eres, Fulano, hasta los codos,
y puedes rastrillar con las dos sienes;
tan largos y tendidos cuernos tienes,
que, si no los enfaldas, harás lodos.

Tienes el talle tú que tienen todos,
pues justo a los vestidos todos vienes;
del sudor de tu frente te mantienes:
Dios lo mandó, mas no por tales modos.

Taba es tu hacienda; pan y carne sacas
del hueso que te sirve de cabello;
marido en nombre, y en acción difunto,

mas con palma o cabestro de las vacas:
que al otro mundo te hacen ir doncello
los que no dejan tu mujer un punto.

Francisco de Quevedo

Y por último, en una canción de Fito & Fitipaldis. No se puede decir más con menos.


Seré un pobre infeliz si me falta
el jardín de las delicias sito bajo tu falda
aunque sé de buena tinta que no es sólo para mí:
cuentan maravillas mis amigos de ti.

La casa por el tejado

No sé qué me gusta más. Si la forma de admitir su dependencia, o la de expresar la ligereza de cascos de ella, o la de asumir la realidad inevitable.

Pues eso, que espero que no se me mosquee el personal. Que siempre habrá alguno que pueda dedicarse a limarse las puntas en su tiempo libre. Además, dice la sabiduría popular que:

"Los cuernos son como los dientes: duelen cuando salen, pero después no te acuerdas de que los tienes"